Por Andrés Sánchez – Director de negocios en McCann Worldgroup
Ni la creatividad ni el marketing son ciencias exactas, por eso es importante saber fallar cuando se trabaja en esta industria.
No estamos hablando de cometer los mismos errores, sino de aprender que no siempre tenemos la razón y que hay que volver a intentarlo. Mejor dicho, aprender a no dejarnos llevar por nuestro ego.
El ego es el responsable de que muchas veces las relaciones entre publicistas y clientes se conviertan en un infierno, sobre todo porque los creativos, a veces, confundimos el sentido común con un capricho.
En resumen, nos hacemos la idea de que los clientes solo buscan imponerse, y es un mal común del que sufren todas las agencias y hasta los publicistas independientes.
Es cierto que todos los días las marcas hacen cambios de enfoque, de estrategia (que hace que existan idas y vueltas innecesarios), de las audiencias a las que quieren llegar, hasta de los mensajes que transmiten, y también es cierto que esto desalienta y desgasta a los creativos, que muchas veces esperamos un feedback en el que apenas sobreviven nuestras ideas, o quedan deformadas.
Pero pensar que la respuesta de un cliente no tiene criterio porque no es un creativo, un redactor o un diseñador, es dejarse llevar por el ego.
Está muy bien que nuestro ego, o autoestima, nos impulse a sacar una campaña adelante, a ganar un premio o a subirnos la vara con los que sean nuestros retos del día a día, pero el ego no puede engañarnos: la publicidad es una industria cambiante, y no perder las ganas de volver a intentarlo, o saber fallar, es una habilidad tan importante como ser creativos.
Porque saber fallar no solo es persistencia, es la dosis adecuada de humildad que necesitamos en nuestro medio, hoy lleno de genios o rockstars que al primer feedback negativo no demoran en contagiar al resto del grupo o a la agencia con su pesimismo.
Bueno, pues los premios o haber conseguido las mejores marcas o campañas no significan que siempre vayamos a dar en el blanco o que nos van a “comprar” la idea de buenas a primeras. ¡Jamás!
Bloomberg, Amazon, la saga de Harry Potter, Disney y otras tantas grandes ideas empezaron siendo rechazadas. Por suerte, sus creadores entendían a profundidad la ciencia de saber fallar, de no enfrascarse en su ego y ser reconocidos como personas muy brillantes pero también soberbias… personas con las que es imposible trabajar.
Y esto es lo que puede marcar la diferencia entre un rockstar y un creativo que llega a transformar de verdad la industria, entre un “one hit wonder” y una carrera musical de 30 años o entre un hashtag y una iniciativa que conquista a todo el mundo.
¿Cuál decidimos ser? Eso es lo que importa.
Pero siempre hay que recordar que la metas que valen la pena son resultado de arrojar el ego por fuera de la borda, de trabajar en equipo, siempre pensando que una buena idea puede venir de cualquier fuente: cliente, juniors, staff, y de fallar y volver a fallar.