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Si creías que en el mundo de las redes sociales ya lo habías visto, estás muy equivocado. En los últimos años hemos asistido a la evolución del mercado influencer, a la aparición de nuevos formatos, a la transformación de personas completamente anónimas en grandes famosos con una auténtica legión de seguidores y a los nuevos marcadores de opinión como el famoso universo de los “pet influencers”.
Ahora toca el turno a los niños y adolescentes. Desde hace décadas, son potentes activos para las marcas como forma de influir en las compras, por lo que solamente era cuestión de tiempo que terminaran convirtiéndose en un reclamo dentro del universo de las redes sociales. Son los llamados “kidinfluencers”.
Una nueva figura que estamos empezando a ver en Facebook, Instagram y Twitter y que las marcas utilizan para crear contenidos que conecten con los niños menores de 13 años porque ellos mismos tienen esa edad.
Lo cual no resulta nada extraño si pensamos que el mercado de contenidos online para niños de esta franja de edad ha experimentado un crecimiento del 25% cada año en los últimos tiempos.
Y tampoco es extraño que una de las estrellas que actualmente esté ganando más en Youtube sea una estudiante de primaria, esta niña comenzó a crear vídeos con reviews sobre juguetes y, de esta forma, se hizo famosa entre los más pequeños en poco tiempo, logrando unos ingresos de 11 millones de dólares al año.
Las empresas lo saben y también son concientes de que los niños son los que mejor pueden saber lo que busca su público objetivo, pues pertenecen precisamente a este colectivo.
La cuestión es que las campañas con kidinfluencers tienen unas reglas totalmente distintas y las marcas deben ser mucho más escrupulosos con lo que hacen. Y no sólo por el tipo de público al que se dirigen, sino también por la plataforma que se usa. No se puede forzar el mensaje ni que el contenido sea excesivamente publicitario.
Es importante que sea claro y transparente, ya que las reglas ligeramente confusas no es algo que se admita en el mundo infantil. Hay que dejar muy claro que se trata de publicidad y la relación entre las marcas y los kidinfluencers deben ser muy transparentes. Y, por supuesto, son los padres los que tienen la última palabra.
Un terreno marcado por la polémica
La cuestión es que el mundo de los kidinfluencers tiene una cara mucho más polémica que la de los influencers adultos. Se están empezando a abrir debates relacionados con la legalidad y con la ética. De la misma manera que en los medios tradicionales ha habido que ir adaptándose para respetar las leyes en los que respecta a los derechos de los niños, lo mismo tendrá que ocurrir en las redes sociales. Y es que las empresas no deben ni pueden quedar atrapadas en un terreno tan pantanoso como este.
De hecho, ya ha habido sentencias de padres que han perdido la custodia de sus hijos por esta razón y cierre de canales de bromas a niños. Obviamente, ninguna marca debería verse salpicada por este tipo de cuestiones. Pero además, en los últimos tiempos también se ha debatido mucho sobre si convertir a los niños en youtubers es lo mejor en términos de educación y exposición de la imagen pública.