Utilizar los recuerdos de infancia es una de las herramientas más poderosas con la que pueden contar las empresas, o al menos una de las que pueden utilizar para llegar a sus consumidores. Esto hace que cada vez sean más las compañías que lo están usando para intentar posicionarse mejor en el mercado.
Por tanto, la memoria puede servir para conectar con los consumidores o para reconectar con ellos. Los estudios han ido demostrando cómo lo que descubrimos cuando somos pequeños tiene un eco en cómo vemos el mundo cuando somos adultos, visión de marcas y productos.
Todos estos vínculos emocionales hacen que nos acerquemos a las marcas de forma diferente y que las veamos de una manera distinta. De hecho, una de las agendas que está teniendo éxito entre las mujeres millennials en Estados Unidos es en la que el año empieza en agosto y está pensada para el curso escolar. La edición se agota antes de que acabe el verano y empiece el colegio. La clave está en la nostalgia, la agenda se asocia al recuerdo de unos tiempos que eran más sencillos y más felices.
Los consumidores ven los productos, como el de esta agenda, como algo auténtico y además como algo con más significado. Y ahí está la clave del boom de la nostalgia. Ya sean barras de cereales, ya sean vajillas inspiradas en la de la abuela o ediciones limitadas de productos retro, la nostalgia vende porque los consumidores la dotan de unos valores y de un significado que no les otorgan a los productos modernos.