La fácil y rápida difusión de contenidos en las plataformas digitales es aprovechada también en términos políticos. Al generar acciones y medir la cantidad de interacciones en el público, los partidos sacan provecho de esta herramienta para hacerse una idea de la aprobación que poseen.
El hecho de que un candidato sea trending topic no garantiza su éxito en las urnas. En cuestión de segundos, un movimiento político puede viralizarse y estar en boca de todos, sin embargo, no siempre son resultados alentadores a lo que llegan.
No deben fiarse los candidatos de la cantidad de likes o visitas que puedan tener en sus diversas redes. A veces, éstas son vistas como espejismos que terminan por alejar de la realidad todo proyecto.
¿A qué apuntan?
Las estrategias se basan en mantener el nombre del candidato por sobre todas las tendencias, tanto como para atribuirle alguna ventaja como para minimizar al rival. Apuntan a situarlo como concepto dentro de los electores. Donde fallan, es en la imagen superficial e inverosímil que los aspirantes levantan de sí mismos. En resumen, que se tuitée o compartan memes de un personaje, no lo sitúa como el favorito a triunfar en los comicios.
El uso adecuado de las redes sociales para generar propaganda debe estar de la mano con discursos adecuados a los diversos canales que la integran, así como la claridad para dirigirse. El populismo, disfrazado de publicidad, no hará más que seguir malempleando una herramienta tan poderosa como la internet.