Si bien las herramientas tecnológicas cumplen un rol fundamental en las estrategias de marketing y publicidad, al ejecutar diversos procesos de selección de datos, de segmentación de perfiles de los consumidores o de filtrar la información que les llega.
Sin embargo, uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las empresas que lo dejan todo a la tecnología es el fraude publicitario, que genera una serie de pérdidas de capital al mandar anuncios que no llegan a ningún consumidor.
Se utilizan diversas herramientas para detectar el fraude y erradicarlo, sea con la inteligencia artificial y el machine learning para detectar patrones sospechosos, pero ¿es lo que realmente beneficia a las marcas?
Dependencia. Contar con tecnología en nuestros procesos de trabajo y con más tecnología para inspeccionar que estas no tengan fallas, nos convierten en espectadores de nuestras estrategias.
Según un análisis de The Drum, el marketero una vez que ha pagado una solución de primer nivel para sus problemas, como vigilar a través de herramientas virtuales contra el fraude publicitario, ya no tiene que hacer nada más. Por lo tanto, la tecnología nos hace más vagos y hace que dejemos de mirar nosotros de forma directa los problemas.
La tecnología es una ayuda, un elemento de apoyo, pero no la única cuestión a la que se puede y debe echar mano. La tecnología debe servir para hacer las cosas más sencillas en la detección y solución del problema, pero no puede ser la única barrera entre los problemas y la marca o empresa.
